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En el sur del país, donde las tierras de minería ilegal son atravesadas por las cuencas de los ríos Orinoco, Caroní y Cuyuní, las personas buscan a sus desaparecidos con miedo y a ciegas. Lo hacen en las minas, pero también en las profundidades del mar Caribe, donde miles de migrantes venezolanos huyen de una crisis sin precedentes.
Clavel Rangel es periodista y profesora de universidad en el sur de Venezuela. Ha documentado violaciones de derechos sindicales así como derechos humanos en el país.
En México, los paisajes se cubren con la enorme herida de los desaparecidos de la «guerra contra el narco», pero también hay otras historias. En otras partes del mundo, también desaparecen constantemente los migrantes en las aguas y en los desiertos. Desaparecen los niños de las adopciones ilegales. Las mujeres que iban por un trabajo a otro país y se esfumaron sin dejar rastro. Desaparecen los periodistas y activistas que se atrevieron a amenazar a las élites políticas, económicas y criminales con la verdad. Estas desapariciones son constantes cuando hay grandes intereses y cantidades millonarias de por medio, y contundentes cuando el crimen organizado está implicado.
Los cuerpos de los desaparecidos esperan a ser encontrados en montañas, sierras, mares y desiertos. Los árboles, las plantas, el viento y el agua atestiguan el horror de los entierros clandestinos y, desde su naturaleza, hablan, dan pistas a los buscadores de desaparecidos. Bajo el suelo, cuerpos y tierra se cuidan y se nutren mutuamente.
Este es un recorrido por los paisajes habitados por los desaparecidos, de la mano de las familias que, en busca de sus ausentes, nos enseñan a leer la tierra.
Graciela Pérez busca a su hija, Milynali, desaparecida cuando volvía de vacaciones. Busca en las rancherías de Tamaulipas. Busca y toma fotografías de cada lugar donde lo hace. En una de esas fotos hay un paisaje llano y al fondo un cerro bañado por las aguas turquesas de la huasteca.
Ahí, adentro de ese cerro, Graciela encontró pequeños agujeros en la tierra, como cuencos, rellenos de pequeños huesos calcinados.
«Si alguien me contara lo que yo he visto no lo creería, incluso para eso tengo fotos, para mirar realmente lo que es el horror, (…) Pero cuando miro las fotos, cuando veo lo que es el horror, tengo que enfrentarme y ser fuerte para lo que me encuentre, así sea lo peor», dice Graciela.
Una fosa es una herida.
Buscar heridas en el paisaje se ha convertido en una obsesión.
Van por la carretera y si ven una deformación en el terreno detienen la marcha para buscar; si van en un autobús, anotan el punto en alguna libreta para volver. Si encuentran una bolsa abandonada probablemente es que un cuerpo se descompone en su interior. Si ven un árbol quemado imaginan que, quizá bajo su sombra, un grupo de personas se reunió para quemar cuerpos en tambos llenos de diésel.
Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como los paisajes. Buscar ahora significa no encontrar.
Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como desaparecer.